En el año en que yo nací, ya la mayoría de los bebés que nacían lo hacían en la capital provincial, osea en León. Pero yo no. La víspera de un solsticio de verano mi madre me trajo al mundo (por lo que me ha contado) en una casa de un lugar al que llaman La Bañeza. Esa casa estaba (y sigue estando) a mitad de camino entre las dos principales parroquias del lugar y en una calle que está dentro del trazado circular por el que discurría un circuito urbano motociclista, que era ya famoso entonces y lo iba a ser aún mucho más años después. Aquel verano de 1977 las carreras de ese circuito fueron, por primera vez, valederas para campeonatos nacionales.

Las carreras se venían celebrando cada año en honor a Nuestra Señora de la Asunción y San Roque, o lo que es lo mismo, los patrones de esa ciudad en la que el destino, al parecer, me hizo nacer. La festividad, como casi todas las que acontecen en los pueblos y ciudades de España tenía (y tiene) raíces religiosas; los curas lo mismo bendecían las motos antes de las carreras que cruzaban la calle en plena carrera cuando las campanas estaban llamando a misa a los feligreses. Todo indica, sin embargo, que al final los feligreses que han ganado en abundancia son los que acuden a las campanas que llaman cada año a la religión del motociclismo. Si antaño acudía a la llamada mucha gente de la comarca, ahora acuden miles de personas de muchas comarcas de España.

Tenia yo cuatro años cuando me subí a una moto por primera vez. Aprendí a manejar una trialera Bultaco de 50cc al mismo tiempo en que le quité los ruedines a mi G.A.C. Aquella primera moto a la que me subí era cosa del Moto Club Bañezano, equipo en el que mi padre ha tirado del carro durante 40 años. José Luis Falagán llevaba ya varios años «arrimando el hombro» y descargando balas de paja para proteger las esquinas del circuito bañezano, cuando el grupo de amigos que formaban el club le animaron a coger la presidencia (1981 -2016) de un club que necesitaba un empujón muy grande. En aquellos albores de los 80 en que mi padre cogió las riendas, los circuitos urbanos eran especies en extinción y hacía falta darle mucho gas a la máquina para que no sucediese lo mismo con el bañezano. Aquel grupo de amigos, juntos, se pusieron a dar gas con gran seriedad. Tanto que en la primera mitad de los citados años 80, aparte de mantener vivo el GP de La Bañeza, organizaron carreras urbanas en León capital y en Benavente. ¡Con la testarudez leonesa habíamos topado: «¿Qué no se puede hacer perdurar un circuito urbano? ¡Toma, tres tazas!» Yo no levantaba un metro del suelo, pero me iba con los trovadores del Moto Club Bañezano a todas sus puestas en escena.

Desde 1980 hasta 1988 la ubicación del circuito cambió de calles y se estableció en los barrios por los que discurre hoy en día. El trazado no era como el actual, pues la silueta se ha ido modificando por el Moto Club Bañezano en una constante búsqueda de mayor vistosidad y, sobre todo, mayor seguridad para público y pilotos. Igualmente, las propias transformaciones urbanísticas de La Bañeza han contribuido a esa evolución del trazado. En el libro Ecos de una Pasión – que terminé de elaborar y publiqué en el año 2010 – explico estas transformaciones con todo detalle.
Diré ahora por ejemplo que, tras un polémico año en barbecho del circuito bañezano (1989), el adoquinado de las calles por el que discurría el viejo trazado (1952-1979) fue sustituido por asfalto y las carreras volvieron a esa ubicación en la primera mitad de los años 90. Allá estaba yo entonces, como aprendiz de comisario de ruta, con las banderas a pie de pista. Recuerdo la impresión que me causó la salida en la subida de la cuesta de la estación, con curva a izquierda hacia la calle de la milenaria iglesia de San Salvador. Si con adoquines aquel circuito era espectáculo puro, con asfalto y motos cada vez más rápidas era pura adrenalina.

El inicio de milenio trajo la reafirmación definitiva del actual circuito urbano y su Gran Premio, con el auge de las motos clásicas que venían a sumarse a las frenéticas 125cc para recordar los viejos tiempos de la velocidad, aquellos tiempos en que el Circuito Motorista Bañezano estaba alzando su vuelo. Además de empecinarse estoicamente en garantizar la continuidad de su circuito urbano y seguir descargando – año tras año – los camiones de paja para proteger a los pilotos de los muros de las casas de ese circuito urbano, los VOLUNTARIOS – con generaciones renovadas – del Motoclub Bañezano se pusieron a trabajar con ilusión para transformar un pedregal de la periferia de La Bañeza en un circuito de cita ineludible en el calendario del Campeonato de España de Motocross. Tan en serio se pusieron en esa faena que en el siglo XXI ese pedregal – de nombre La Salgada – se había convertido en el escenario del Gran Premio de España del Campeonato del Mundo de Motocross.

En 2013 tuve ocasión de vivir momentos muy especiales como cuando el Teatro Municipal de La Bañeza se llenó hasta la bandera para ver el estreno de la película documental EL GRAN PREMIO DE LA BAÑEZA, o como cuando una de las salas de CINETECA MADRID se llenó también para presenciar este trabajo y al realizador Jesús A. Calvo y a un servidor nos fue ofrecida la posibilidad de programar nuevamente su proyección. Para esa segunda proyección en CINETECA, organizamos un coloquio inolvidable y tuve el privilegio de compartir mesa aquel día con importantes periodistas de la historia motociclista de España como Javier Herrero, Valentín Requena y Tomás Díaz Valdés.
Tan especial o más fue otro coloquio, el del Festival Cine Sobre Dos Ruedas de Barcelona, en febrero de 2016, donde compartí mesa con Freddy San Juan (piloto y mecánico de OSSA), Edu Callejas (piloto contemporáneo de 125cc La Bañeza) y Benjamín Grau (6 veces vencedor en La Bañeza 16 veces Campeón de España de Velocidad en todas las cilindradas). Nunca olvidaré como Grau, sentado a mi lado, me pedía al oído preguntas que deseaba que lanzase con el micrófono, para que él pudiese deleitar al público con las anécdotas de su maravillosa carrera motociclista. Tampoco olvidaré la ovación que se llevaron José Luis Cadenas y José Luis Falagán (dos de aquellos trovadores apasionados que tiraron del carro del Moto Club Bañezano desde finales de los años 70) cuando un espectador me hizo una pregunta relativa a temas de la carrera en sí y yo respondí que había dos espectadores entre el público que podían responder a esa pregunta mucho mejor que yo. Esos dos Joseluises bañezanos habían cogido un avión esa misma mañana en León para estar presentes en aquel especial evento barcelonés. Ellos estaban ahí, agazapados entre el público, simplemente disfrutando de lo que estaba sucediendo y del cariño que aquello por lo que tanto habían luchado estaba recibiendo. Escondidos en su butaca se encontraron de repente con que el público hizo que hubieran de ponerse en pie. Se pusieron en pie en nombre a todos sus compañeros y generaciones del Moto Club Bañezano. Queridos lectores que brindáis vuestro tiempo para leer estas palabras, ¡ése momento fue enormemente bello!
Dos meses después de aquella tarde tan sensacional, elaboré esta entrada en mi BLOG motociclista: la historia está ahí; dado que finalmente en 2016 el Moto Club Bañezano no fue respetado como considero que indudablemente merecía, en agosto me fui lo más lejos posible del circuito urbano al que amo. Así como en junio de 2011 – cuando trabajaba en la oficina de programación del Festival de Cine de Locarno (Suiza) – pedí una semana de mis vacaciones para ayudar a ese Moto Club – mi Moto Club – en los preparativos del Gran Premio de España de Motocross, en mis vacaciones de agosto de 2016 me vi moviéndome entre poblados del sur de Kenia con una moto de motocross que, por inverosímil que parezca, me fue facilitada por un masái. Nunca había estado en África. Mi amiga Tiziana del Re, que coordinaba el programa de una ONG en Nairobi me ofreció la oportunidad. Cuando aterricé en Nairobi, me preguntó si tenía algún deseo en particular. Y yo dije: «vamos a donde nos lleve el viaje, pero que al menos en algún momento del viaje forme parte también una moto.»

Este año se ha cumplido un simbólico número de décadas desde cuando vi la luz en una casa situada dentro del trazado circular por el que discurría el circuito urbano motociclista en aquel 1977. En 2017 he vuelto al Gran Premio de La Bañeza, he regresado a un Gran Premio universal. El Moto Club Bañezano fue por 57ª ocasión organizador oficial de las carreras de motos del circuito de su ciudad y yo he disfrutado dándome un paseo maravilloso por los recovecos y rincones secretos de ese gran escenario motociclista, ese gran mosaico cultural, rico en colorido y musicalidad. ¡Qué bonito ha sido abrazar a amigos pilotos y mecánicos y a gente estupenda que cuida su curva como si fuese la más preciada parcela del planeta!
Con distintos actores del GP Bañezano 2017 conversé a micrófono abierto y ellos me brindaron, con sus palabras y gestos, un excelente material para montar un reportaje. Conocía la historia de Paco García «Motorock», un piloto que iba a hacer realidad su sueño de debutar en EL GRAN PREMIO DE LA BAÑEZA. Sus emociones y sus palabras me inspiraron y son el hilo conductor de este documental sonoro. El documental dura 18’33» y el título, «AL OTRO LADO DE LAS PACAS DE PAJA», es por supuesto del protagonista Paco García «Motorock». Él y yo estamos en la misma onda, sea de mar, de aire, de sonido, de esencia vital… A los dos nos gusta el Run to the hills de Iron Maiden y a los dos nos gusta hacer que los sueños se hagan realidad.
¡Motos, radio, rock, pacas de paja, asfalto, olas de mar, grillos en la noche…! ¡Acción!:
