Un 12 de marzo, el de 2015 concretamente, una compañera de trabajo de Kantar Media (la empresa en cuyo departamento internacional trabajo) me avisa de que Harley Davidson busca un periodista dispuesto a hacer una ruta en motocicleta por Europa y narrar las aventuras de esa ruta a través de reportajes hechos en inglés. Según mi compañera, lo que buscan encaja con mi perfil a la perfección. Con cierto escepticismo leo las bases del concurso y el escepticismo se me quita de golpe. ¡Sí, me motiva el tema! ¡Me motiva un montón el tema! Pero el plazo termina pocos días después y en el concurso se pide un vídeo para convencer al jurado. Teniendo en cuenta lo jugoso y fascinante que es el premio que se llevará el ganador y que la candidatura es internacional, la competencia será monstruosa. Pero eso no me importa, sé que tengo mis buenas bazas y quiero jugármela, porque además sé que el propio proceso de jugármela será creativo de por si. Si quiero tener papeletas para el concurso, tengo que hacer una jugada maestra last-minute. Me motiva tanto el asunto que mi instinto dice que tengo que hacer una locura como hacer un vídeo yendo a Marruecos con mi vieja KawasakiSiempre deseé llegar a África sobre dos ruedas y la tentación me sacude.

Pero ¿cómo hago?, me pregunto. ¿Cómo organizarme de repente para llegarme con mi japo-montura del 91 a un ferry que cruce el Estrecho de Gibraltar? Desde Kantar Media tengo que mandar mis informes de la prensa española a la Comisión Europea el fin de semana y también el día 19 de madrugada, pues es día festivo y me toca por contrato. ¿Cómo voy a encontrar una señal de Internet en medio del desierto? Entonces las casualidades quieren que Rafa Álvarez, productor de cine, me proponga que vaya a Marruecos a llevarle una bovina a un equipo de rodaje de una peli en cuya producción él está trabajando. Mi instinto decía que tenía que hacer esa maravillosa locura si o si. Y construir así la narrativa de mi viaje y el vídeo para el concurso de Harley Davidson. Al menos, ya que los concursos concursos son y las papeletas papeletas son, podría filmar un material quizá para un corto documental o similar… Al fin y al cabo, la realidad era que, como mucho, me daría tiempo a filmar y no me quedaría tiempo para montar antes de la ‘deadline’ del concurso en cuestión.

En aquellos días de 2015 estuve a un tris de meterme el portátil de Kantar Media en la mochila y tocar arenas de África con las ruedas de mi moto. Pero no pudo ser. El jueves (San José) no era festivo en Bruselas y, al final (excepcionalmente), tuve que trabajar desde la oficina. Además, ese mismo día de San José presentaba en Asturias – junto con mi compañero Mario Llorca – el documental Via Estrecha, que acababa de salir del horno.

Por tanto, tuve que improvisar otro plan. El viernes 20 a las 12 de la noche era la ‘deadline’; ese mismo día se producía en el hemisferio Norte un espectacular eclipse de sol y el Norte de España era uno de los puntos de la península donde el eclipse se divisaba en mayor proporción. Así que se me ocurrió jugar con eso. En realidad mi plan era hacer el viaje y luego filmar el eclipse en Asturias el 20, día después de la presentación del documental. Me fui a Finisterre el domingo 15 de marzo sin dormir por la mañana después de currar toda la noche. Llegué en un día desde Madrid, congelado de frío sobre la moto (había bajo cero en la meseta castellana) y volví a Madrid en tres días, haciendo escalas en lugares como Fisterra o el pueblo de Orense donde se rodó La lengua de las mariposas, Allariz, donde un hombre que me encontré caminado por sus callejuelas a la una de la mañana me llevó a un lugar a pasar la noche (supe después el hombre era el arquitecto responsable de salvaguardar la reconocida conservación del casco histórico del lugar y es que la búsqueda de documental y de aventura proporciona sorpresas así). A medio camino entre la Puerta del Sol y el Cabo de Finisterre está el pueblo en el que nací. Ahí también paré para darme una vuelta por el legendario circuito del Gran Premio de La Bañeza del que en tiempos de Ángel Nieto se decía que «para ser campeón del mundo, primero hay que ganar allí», por aquello de que Nieto ganó allí el año antes de proclamarse campeón del mundo por vez primera, quizá el 1 de sus 12+1.

Lo cierto es que no llegué a Madrid sobre mi moto, porque me reventó una rueda en plena noche y a 100km de distancia del Parque del Retiro y tuvo que venir la grúa a recogerme en la autopista. Cuando reventó, manejaba mi montura a 120km/h y la dominé… Mantenerme a lomos de ella sí que fue un triunfo, más que cualquier concurso. Cerca del macizo central, no resultó difícil encontrar una grúa. Cerca de las montañas del Atlas, adonde estuve a punto de ir, quizá hubiese sido más complicado. Cuando la grúa se llevó mi moto y un taxi me dejó a la puerta de casa a las 12 de la noche, conduje mi Renault 18 hasta Barajas para recoger a Mario Llorca, que acababa de aterrizar desde la Toscana con una copia de Via Estrecha en la mochila, para irnos juntos el día de San José a la que fue primera capital del Reino de Asturias .

El jueves 1 de diciembre de 2016 – más de un año y medio después de aquellos días – me acerco al Festival Márgenes de Madrid a ver una peli: Mimosas se titula. A la puerta de la Casa Encendida, lugar donde se proyecta Mimosas, me encuentro con Rafa Álvarez en los momentos previos y me comenta, para mi sorpresa, que él ha trabajado en esa peli que he ido a ver. Cuando la película empieza, comencé a atar cabos. Entendí cuál era ese «western sufí» que ha recibido el Gran Premio de la Semana de la Crítica en Cannes. Paradójicamente, he descubierto también que en Locarno se pasó un film en 2016 en el que hay una especie de making off de Mimosas ¡Cuanto juego habría dado mi viaje hasta allá! Un jinete sobre dos ruedas en su particular travesía, su particular cruzada, su búsqueda… Viendo la pelí, pienso: mi Kawasaki rodando por las arenas de Marruecos con el Atlas al fondo, bien filmada, podría ser algo así como esos coches de la caravana de la narración de la película, como esos caballos… La historia hubiera sido muy diferente de esta: READY TO DISCOVER MORE. En ella también fui al far west, pero al de Galicia. Hablé «galego», como los títulos de crédito de Mimosas.

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Harley Davidson no organizó el concurso en años sucesivos y yo navegué sobre dos ruedas por arenas de África meses después, pero eso fue ya otra historia
Continuará…
Oscar Falagán, diciembre de 2016