Ronroneo de ruedas y pedales, jadeo, emoción, viento, montañas, minas de carbón abandonadas, playas de agua dulce, pueblos escondidos, piedra, pizarra, musgo, ardillas, corzos, cabras montesas, eremitorios, cuevas, bosques, compañerismo, esfuerzo, sudor, terneros amamantados bajo el sol, aroma de queso de oveja, monasterios medievales, acogedores recovecos rurales, legendarias tierras y comarcas… Hemos pedaleado por ese camino, por esas sendas que en los siglos IX,X,XI fueron inevitable ruta de peregrinación a Santiago. En un proceso de búsquedas narrativas que trasladen la experiencia «bicigrina» al documental cinematográfico o televisivo considero que la lógica de ese proceso empieza por aquellos senderos de los tres primeros siglos de la peregrinación a Santiago; por esos itinerarios que el maestro Julián González Prieto bautizó «Vexu Kamin» («Viejo Camino» en hablas leonesas de hace más de 1000 años) en su genial obra de homónimo nombre publicada en 2004; esos que el historiador José Fernández Arenas (en obra publicada en 2006) llamó Viejo Camino de Santiago; esos que algunos han llamado Camino de la Montaña, otros el Escondido y otros Camino Olvidado. Sentir este camino es sentir la historia, aunque la historia (o quienes la han contado a lo largo de los años) parece haberse querido olvidar de los peregrinos que peregrinaban a Santiago antes de la publicación en el siglo XII del Codex Calixtinus. 

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En azul marino puede verse el recorrido aproximado que los peregrinos llegados de muchos puntos de Europa trazaban hace 10 siglos.

Para palpar ese camino y para sentir esa ruta mil años después de aquellos albores de las peregrinaciones, durante la primera semana de julio de 2017 nos lanzamos a pedalear (Alfonso Berzal, Raúl Pichardo y quien escribe) desde Bilbao hasta Villafranca del Bierzo, que es uno de los itinerarios aproximados de aquellas peregrinaciones a Santiago de los primeros años. Y digo nos lanzamos, porque es un poco de osados y lanzados recorrer el sur de la cordillera cantábrica en cinco días sin haber hecho un poquito de debida preparación para ello. Eso sí, contábamos con la experiencia, la cual nos había enseñado en otras ocasiones que “pedalada a pedalada se hace el camino”. Emprendí ruta junto a dos compañeros excepcionales, lo cual sólo podía contribuir a un viaje también excepcional.

Lo cierto es que los tres habíamos llegado a Bilbao prácticamente sin haber dormido la noche anterior, cada cual por sus diferentes razones de un ajetreado sábado. Sea como fuere las bicicletas estuvieron a la hora estipulada en el maletero del bus – que partía un domingo por la mañana de la madrileña Avenida de América – y fueron desempaquetadas en Bilbao a primera hora de la tarde. Tras nutrirnos como mandan los cánones, emprendimos pedaleo junto a la ría de Bilbao inmortalizando el momento de la salida junto al Guggenheim.

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De azul Alfonso Berzal, de verde Raúl Pichardo y con el maillot de La Casera quien firma.

Ninguno de los tres somos (al menos hasta la fecha) ciclistas asiduos, de modo que el reto propuesto a nivel deportivo no era baladí. Más aún si cabe teniendo en cuenta que los tres – cada cual a su estilo – tenemos tendencia a detenernos a hablar (como suele decirse) con todo hijo de vecino y a observar hasta las hierbas del camino. Lo cierto es que con la meta de número de kilómetros que nos habíamos propuesto se antojaba necesario avanzar unos cuantos de ellos en esta primera tarde de pedaleo. Desde Vizcaya, alcanzamos la raya regional de Castilla y León y buscamos cobijo en el Valle de Mena. En este primer día pensábamos haber penetrado  un poco más en la burgalesa comarca de las Merindades, pero al final el camino nos indicó que la noche tocaba hacerse en puertas de ella, en Villasana de Mena. «El camino proveerá», es desde siempre buen lema de caminante fehaciente.

Todo aquel que ha sido peregrino – a pie, a caballo o en bici – sabe que las jornadas son inmensas y repletas de vivencias. El tiempo tiene otra dimensión cuando se toman unos días para vivir una ruta. Describir ese tiempo y esas vivencias es tarea compleja. A nosotros se nos ocurrió grabarnos charlando, haciendo resumen de las jornadas, y eso hicimos. En algunas de las noches encontramos la ocasión para hacer memoria del día tras la cena, a través de conversaciones grabadas con un teléfono móvil. No fue así en las dos primeras noches, así que cuando semanas después nos volvimos a reunir para volver a pedalear juntos (en este caso por los alrededores de las hoces del río Duratón), hicimos un poquito de memoria del primer día y medio de pedaleo bicigrino por este entrañable camino:

Resulta especialmente simbólico que en esta peregrinación a pedales, hiciésemos noche en la tierra nativa del historiador José Fernández Arenas. Finalizamos etapa en Arija y despertamos con vistas al embalse del Ebro, ése río qué tanta importancia limítrofe y abastecedora ha tenido en la historia de las tierras hispanas. Fernández Arenas nació en Arija y su apellido está muy en concordancia con su lugar de nacimiento, pues es lugar de importante yacimiento de arena silícea. Nosotros tocamos la arena de Arija con nuestros pies descalzos y nos zambullimos en las aguas embalsadas del Ebro que bañan esas tierras. El tercer día de pedaleo comenzó ahí, aún en provincia de Burgos pero ya a la puerta de Cantabria.

Por el «piquito» sur de Cantabria coronamos algunas crestas de montañas y volvimos a la región de Castilla y León para terminar etapa en Cervera de Pisuerga, punto en el que al parecer se unían a este camino algunos peregrinos que habían llegado en barco a las costas cantábricas y habían cruzado la Cordillera Cantábrica para caminar hasta Santiago. Ese tercer día de pedaleo pudimos relajarnos en la Plaza Mayor de Cervera y charlar tranquilamente apretando botón grabador de sonido:

Después del baño en el río Pisuerga surgió una bonita propuesta de Alfonso para que participemos como equipo en la triatlón de Barcelona, haciendo relevos y cada uno en una disciplina. Es lo que tiene hacer viajes con buenos compañeros: en los propios viajes nacen nuevos viajes. Así quedó dicho y sellado con un brindis: semanas después estaríamos en Barcelona vistiendo los colores de Mediapro.

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Así de felices posaríamos en octubre tras completar la triathlon olímpica 2017 de Barcelona: Pichardo -a la izda- nadó, Berzal -a la dcha- pedaleó y un servidor -en el centro- corrió.

La propuesta surgió en tierras palentinas y en el tercer día de pedaleo. Ese brindis en la Plaza Mayor de Cervera ayudó a conciliar el sueño y tener las piernas listas para una nueva etapa de nuestro Bilbao-Villafranca. El camino acabó decidiendo que la cuarta jornada de pedaleo tuviese un punto final en un lugar que recibe fama por tener unos gallos con unas plumas únicas, La Cándana de Curueño. Así lo relatamos por la noche tras la cena precisamente en ese lugar, a orillas del río Curueño:

Amanecimos escuchando una sinfonía de cantos de gallos junto al Curueño. Con esa banda sonora de fondo comenzamos a pedalear. Nos aguardaba una larga etapa de montaña por tierras de la provincia leonesa. Por primera vez desde que salimos de Bilbao, llegamos a uno de los destinos que teníamos calculados antes de comenzar la ruta. Habíamos recuperado terreno después de una larga etapa y dormimos por primera ocasión en un auténtico albergue de peregrinos, el albergue de peregrinos de un bonito pueblo leonés llamado Igueña. En un bar junto al río Boeza, charlamos en el momento de los postres de la cena:

En el amanecer de viernes, decidí salir a correr media horita por la orilla del Boeza y bañarme en sus aguas fresquitas antes de subirme a la bicicleta. También dialogué con el alcalde de Igueña, quien me expresó su gran interés en el proyecto que le expuse de realizar una película documental acerca del esta primigenia ruta de peregrinación a Santiago. Él me contó que estaban tratando de unificar credenciales y logotipo de la ruta bajo el nominativo de Camino Olvidado.

La etapa de cierre de esta aventura nos iba a llegar al punto donde la ruta converge con el camino popularmente conocido como Camino Francés, aquel que empezó a ser recorrido por los peregrinos medievales tres siglos después de cuando empezó a ser caminado el Viejo Camino (¿o debería decir algo así como Camino Primigenio de los que llegaban de allende los Pirineos?). En la localidad de Cacabelos – y desde allí hasta nuestra meta final marcada en Villafranca del Bierzo – nuestro solitario camino se encontró de bruces con una ‘romería peregrina’. De repente, todo parecía girar en torno al camino, mientras que en los seiscientos y pico kilómetros previos apenas alguno de los lugareños con los que nos encontramos había oído hablar de ese camino que nosotros hacíamos.

Cuando nos estábamos aproximando a Ponferrada, tuve la grata sorpresa de que durante unos instantes el camino nos llevó a pedalear por el lugar donde estuvo ubicado el trazado del Campeonato del Mundo de Ciclismo en el año 2014. En aquel Mundial había estado yo filmando unos materiales en fase de investigación para un documental acerca de la selección albanesa de ciclismo. Junto con mi compañero de aquella investigación Dario Vannuzzi, estuvimos conviviendo con la expedición albanesa en aquellos días y vivimos a fondo su experiencia. Dario y yo habíamos buscado para ellos un pequeño apartamento cerca de Ponferrada. Habían llegado en una furgoneta desde Pisa y los cuatro jóvenes ciclistas (dos sub-18 y y dos sub-23) eran hijos de emigrantes albaneses residentes en Italia. Uno de ellos, Iltjan Nika, había conseguido la primera medalla de la historia para Albania en un Mundial de ciclismo. Aquello fue en Florencia y ahora se presentaba en Ponferrada a intentar volver a hacer un gran papel con los colores de su país. Estos son algunos de los recursos de investigación audiovisual, extraídos de aquella experiencia de convivencia con la selección albanesa de ciclismo, humilde de medios y abundante de espíritu deportivo:

Antes de alcanzar el pantano de Bárcena, que es donde nuestras ruedas rodaron por asfalto que fue circuito del Mundial 2014, pedaleamos por caminos que discurrieron por colinas y montes de espesas arboledas, deslizándonos por senderos divertidos para el ciclista de montaña, que nos llevaban a encontrarnos con entrañables poblaciones y bocas de pozos mineros. Del río Sil recoge aguas Bárcena para la generación hidroeléctrica. La forma en que esquivamos la zona urbana de Ponferrada, me pareció muy acorde con la fisionomía del Viejo Camino. Las flechas amarillas que indican el camino nos llevaron entorno a la central térmica de carbón, cuya refrigeración fue el principal motivo de la construcción de éste embalse que en su día anegó dos poblaciones. Dejado atrás el embalse de Bárcena y los andurriales de Ponferrada, el Bierzo nos recibió con su maravillosa estampa de Huertas y viñedos y Villafranca con sus miles de repicares de campanas.

Pedaleante, no hay camino. Se hace camino al pedalear… 

Oscar Falagán, agosto de 2017